Marruecos, país de congostos.
La ilusión de partir. Del centro al sur.
Escrito por Javier (Navegante), fechado el 11 de octubre de 2019.
Marcaban las 6:25 de la mañana del viernes 11 de octubre de 2019, Javier se acerca con la bolsa de hule, el baúl y el casco colgando en la espalda, traje de moto en ristre y sonrisa picarona en la cara. Mi electrónica llevaba días jugándome malas pasadas, veía fantasmas de Javier, sombras y formas que al final no se parecían a él. Por fin sí, era él, ahora la espera había terminado....
Colocó el baúl y la bolsa de hule en el asiento, la ato a las barras de mi chasis y después de ataviarse, chaqueta, casco y guantes, partimos hacia la libertad de las calles desérticas de una fresca mañana de octubre. Eran las 06:40 y la oscuridad se rompía por la intensidad de los faros de los vehículos...
Tomamos la M-45 para desviarnos a la M-50 en dirección sur. Poco tiempo después salíamos a tomar la A-4, y parábamos en una gasolinera pasado Pinto... entre Pinto y Valdemoro... reía Javier.
- Son las 7 en punto, Blanquita hemos quedado con Fernando y Ángel para hacer el viaje juntos hacia Algeciras, una novedad agradable, compartir este primer día de viaje.
Fernando estaba ya esperando, pero Ángel llego algo mas tarde. Habíamos llenado los depósitos para hacer las paradas juntos y partíamos pasadas las 7:30 hacia el sur...
Lentamente, en la oscuridad de la noche, íbamos avanzando los tres jinetes... parecíamos sacados de alguna de las historias del Arcipreste de Hita. Llanos aburridos de oscuros taludes nos cercaban, ciñéndose a la carretera, delimitándola para que no vomitara su carga de vehículos, desparramándolos por los rastrojos mustios. Avanzábamos penosamente en la oscura mañana, la alegría estaba confundida con el aburrimiento que produce el asfalto de la autovía.
En el horizonte, a nuestra derecha a veces, otras de frente, clareaba ya la luz mustia de un sol invisible. Comenzaba a despertar el día y seguíamos avanzando en los llanos manchegos, figuras de Quijotes y Molinos, recortaban los cerros y formaban chinescas de fondo claro sobre el cielo aún oscuro del amanecer temprano.
A pesar de lo aburrido del entorno, de las luces marchitas de un prematuro día, me sentía feliz, mis ruedas flotaban contra el duro asfalto, desgastando los tacos de mi calzado, rumor de fondo que no se apreciaba, volaba sobre la carretera, levitando por el empuje de mis dos cilindros, que intentaban levantarme del suelo junto con mi ilusionado ánimo. El rumor de los tacos rozando el suelo, no parecía molestar a Javier, que erguido sobre mi grupa, disfrutaba del placer de viajar, relajado, pensativo y alegre, dejando su peso liviano sobre el asiento y sobre mi agradecido chasis. Estos momentos son los que más anhelo.
La del alba dió y saludamos al sol con un guiño complaciente, Almuradiel en el frente y a los costados, cerros de olorosas jaras y vallejos de arroyos moribundos. Pastos, vides y olivares, entre sinuosos terrenos de labor, brillaban al son de la luminosa calidez del sol de la mañana. Disco naranja al frente y abandonando el horizonte perezosamente, como cansado de su constante salida diaria, fue coloreando nuestro camino, legando ya a las estribaciones de Despeñaperros.
Novedad, dejamos la autovía y tomamos la antigua nacional, con sus curvas, cortados y desfiladeros, sus piedras de caprichosas formas y la monotonía nos abandonó durante un buen rato. Acometíamos las curvas como si no hubiera otras en el mundo. Fer, Ángel y Javier se divertían bailando entre curvas de herradura, acompañaban nuestra trayectoria con sus cuerpos, arrastrando la ilusión por las cunetas, erguidos sobre nosotras y con el ronroneo de los tacos en el asfalto.
Volvimos a la Autovía, para e breve tomar nuevo camino en dirección Jaén y Granada. Durante algunos kilómetros viajamos acompañados de olios, laderas de inclinadas hileras del árbol del aceite, que en esta época aun conserva parte de su apreciado y elíptico fruto. Pasamos de las laderas de olivos, a las cañadas de los arroyos que hacían serpentear la carretera entre túneles y cortados. Cercanías de Granada, las cuestas y las largas bajadas se suceden entre montañas del Sistema Bético.
En Granada tomamos dirección Málaga, donde encontramos el fondo llano, azul, húmedo del Mediterráneo. Entre acantilados y playas, urbes y barrios, fuimos bordeando la costa de Málaga para llegar al limite de la provincia de Cádiz. Nuestro destino se veía en el horizonte, el Peñón de Gibraltar de alza sobre el mar luminoso de un día de cielo gris. Entre nubes y sol, vamos poniendo rumbo al Peñón, mientras acometemos los últimos kilómetros de nuestro primer día. Pasado el mediodía, llegamos a Algeciras, Ángel y Javier se reencuentran con Fernando, que se paso un desvío y ha venido por su cuenta. Viajar siempre sorprende.
Llegamos al Hotel Reina Cristina, el reencuentro con el Punta a Punta de Marruecos, los amigos del Staff, los amigos de otros años y los nuevos amigos. Todo empieza aquí, mientras nosotras quedamos aparcadas en el parquing, los riders presentan la documentación, verificaciones, saludos, pack de bienvenida y descanso en el hotel.
A media tarde aparecía Javier con familiares, subió a Pablo a mi grupa y sentí el liviano peso de un niño en mi espalda. Intentaba a duras penas sujetarse al manillar, mientras Alicia, Sarai, Antonio y Javier miraban a Pablo con una sonrisa en los labios, arrancó Javier mi motor y para impresionar lance un ronquido desde lo más hondo de mis cilindros, Pablo se sobresaltó y mientras buscaba los brazos de su madre me sentí incomprendida... Javier acaricio mis plásticos y en voz baja...
- Blanquita los niños no gustan de los estruendos inesperados, es mi culpa y no la tuya.
Reconfortada, mientras se alejaban entre sonrisas, quede tranquila, y en un duermevela que me llevaba por las extensas Hamadas de Marruecos.
Antes de entrar en el duermevela diario, una visita a la gasolinera, salimos llenos para Marruecos.